ANNAPURNA INVERNAL. UNA HISTORIA DE POLACOS.

Una vez más los Polacos, en el Himalaya y en invierno. El 3 de febrero de 1987, Kukuczka y Hajzer alcanzaban la cima del Annapurna.

Durante la década de los ochenta, no había nacionalidad en el mundo que dominara el Himalaya como lo hacían los polacos. El grupo encabezado por los alpinistas Jerzy Kukuczka, Krzysztof Wielicki, Andrzej Zawada, Voytek Kurtyka y Artur Hajzer al que se sumaba la mejor alpinista del momento: Wanda Rutkiewicz, eran las estrellas rutilantes en las montañas más altas del planeta.
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Pese a ello, no se trataba de un grupo cohesionado. La precaria economía del país europeo no permitía que el grupo pudiera viajar junto en la mayoría de ocasiones. Además, cada cual estaba metido en su propia guerra. Kukuczka luchaba contra Reinhold Messner por ser la primera persona en completar la corona himalayíca. Kurtyka no tenía ninguna intención de completar los ochomiles. Estaba mucho más interesado en abrir nuevas rutas y, sobretodo, en hacerlo en grupos pequeños y normalmente encontraba el equilibrio escalando con expediciones extranjeras. Wielicki, por el contrario, estaba obsesionado por la velocidad, mientras Rutkiewicz encontraba en los hombres poderosos su fuente de financiación particular.
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En noviembre de 1985, Kukuczka se encontraba ante su decimosegundo ochomil, el Manaslu (8.156 m), al tiempo que Messner afrontaba su último ochomil, el Lhotse (8.511 m), precisamente la cima con la que se estrenó el alpinista polaco.

La noticia del éxito de la expedición del italiano le llegó a Kukuczka en el Campo Base del Manaslu junto al mexicano Carlos Carsolio y Artur Hajzer. Aquella noche no fue muy agradable pero a la mañana siguiente decidieron partir hacía la cumbre. Ya no había prisa. Llegaba el invierno y ya no quedaba nadie más en la montaña. Aún así habían decidido hacer un último intento en estilo alpino y por una via nueva. El 10 de noviembre los dos polacos llegaban a la cumbre del Manaslu por la cara Norte, el decimosegundo ochomil para Kukuczka, mientras el mexicano se curaba las congelaciones de las manos en el último campo de altura instalado.

Kukuczka, pese a haber perdido la carrera ante Messner, se encontraba totalmente motivado para completar su corona. No sería el primero en conseguirlo pero podría ser la persona que lo hiciera en menos tiempo. Mientras el italiano había precisado de 16 años para completar los catorce ochomiles, el polaco se encontraba en su séptimo año como himalayista.

En menos de dos meses volvía a encontrarse en Katmandú, a punto de iniciar el trekking, con un permiso para intentar la primera ascensión invernal al Annapurna (8.091 m). Regresaba con su mejor aliado del momento: Artur Hajzer. Además completaban la expedición Krzysztof Wielicki y Wanda Rutkiewicz que iba a realizar una filmación para unos austriacos y aportaba parte de la financiación a la expedición.
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El 20 de enero ya tenían instalado el campo Base. No tenían mucho tiempo puesto que el permiso expiraba el 15 de febrero, fecha del final del invierno en Nepal. Hajzer y Wielicki veían con mucho recelo la presencia de Rutkiewicz en la expedición. La alpinista era demasiado lenta. Acostumbraba a vivaquear entre los campos de altura y precisaba de mucho material para realizar la ascensión. La idea de subir con una mujer no era compatible con los timings establecidos para terminar con éxito una de las empresas más difíciles a las que se habían enfrentado los polacos hasta entonces.

Kukuczka decidió, muy a su pesar, ser el compañero de cordada de la mujer. Hajzer y Wielicki serían pareja durante aquella expedición y se rompía así la cordada que hacía dos meses había conquistado el Manaslu.

Pero compartir tienda con una mujer acabó siendo una idea fantástica. Todas las noches se escuchaban un sinfín de sonidos que fueron la diversión del resto de expediciones. Cada uno daba rienda suelta a su imaginación y durante varios días se creía firmemente que la pareja tenía algo más que buen rollo. La sorpresa fue descubrir que los besos no se los daban entre ellos sino que el festín se lo daban con el bacon austriaco que los alpinistas guardaban para celebrar el éxito de la expedición.

No hubo mucho tiempo para enfados puesto que el calendario se les echaba encima y los cuatro iniciaron un primer ascenso con objetivo el campo III situado a 7.200 m de altura. Llegaron hasta los 6.800 m cuando se les hizo de noche. Apenas quedaban 300 metros para llegar al campo pero se vieron obligados a vivaquear.

La falta de aclimatación de Wielicki y la anemia que arrastraba Rutkiewicz desde su ascenso al Everest hizo que Kukuczka viera la oportunidad de seguir con Hajzer, ambos aclimatados ya que apenas regresaban del Manaslu. Así que a la mañana siguiente preguntó si alguien quería acompañarle hasta el campo V al que le restaban casi mil metros de desnivel. Hajzer fue el único que aceptó.

Ambos sabían que aquel era el momento de intentar hacer cumbre. Rutkiewicz nunca había sido candidata en una ascensión de estilo alpino a esa velocidad y la mala suerte quiso que Wielicki no llevara la misma aclimatación que sus compañeros. Así que Kukuczka y Hajzer no se detuvieron en el campo V, siguieron adelante hasta hollar la cima el 3 de febrero de 1987. La primera ascensión invernal del Annapurna, la diosa de la abundancia.
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Aquella cumbre fue la penúltima de la colección de Kukuczka, que completó su corona aquel mismo año, el 18 de septiembre, cuando, nuevamente acompañado por Hajzer, consiguió hollar la cumbre del Shisha Pangma (8.046 m) por una nueva vía abriendo la arista Oeste, en estilo alpino. 7 años y 11 meses le llevaron al mejor himalayista polaco de la historia completar los catorce ochomiles. Menos de la mitad que a Messner que le reconoció su enorme éxito con la frase “no eres el segundo, eres grande”.

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